Pasear por la noche en la ciudad de México era muy emocionante, aquella zona rosa donde los intelectuales y la gente bonita de la época se reunían para tomar un aperitivo en los muchos cafés-cantantes de la época, podías escuchar a los grupos del momento y cada banqueta era el escenario de una romántica velada de bohemios tan locos como yo.
Para colmo ya no soy el mismo de antes, también yo he cambiado.
Recuerdo mis años de juventud con mi guitarra a la espalda (ni siquiera sabia tocarla) mis pantalones acampanados, mi cabellera hasta el hombro, pero sobre todo con una sonrisa siempre en los labios.
Hoy la guitarra la cambie por una laptop, mis pantalones acampanados por un incomodo traje y mi cabellera (no se donde quedo) lo que sigo conservando es esa sonrisa y mi añoranza de un recuerdo grato en mi ciudad.
Javier Fransoni |